Julián Gómez

Cuando una multinacional del oro hizo tratos con un sanguinario grupo armado en el Congo

Julián Gómez-Cambronero Alcolea

Responsable de @CongoActual y elcongoenespanol.blogspot.com Autor del libro ¿A quién le importa el Congo? (2020)

AngloGold Ashanti (AGA) es una de las mayores multinacionales que explotan yacimientos de oro. La provincia de Ituri, en el noreste de la República Democrática del Congo, es rica en yacimientos de oro que, en muchos casos, han sido y son controlados por grupos armados que financian su actividad con el tráfico ilegal de este mineral. Con estas dos premisas claras podemos empezar a contar esta historia.

La historia

En 1996 la oposición armada a la dictadura de Mobutu invadió lo que entonces se llamaba Zaire -hoy República Democrática del Congo, RDC- con el apoyo del nuevo régimen ruandés tutsi. Uno de los líderes de esa alianza, la AFDL, Laurent Kabila, que a la postre sería el nuevo líder del país, concedió permisos de explotaciones mineras -incluso sin tenerlas en su poder- tanto para pagar los apoyos de los países que lo ayudaron como para financiar los retos a que se enfrentaba una vez en el poder. Una de ellas fue la Concesión 40, situada en Mongbwalu, en la provincia de Ituri, en el noreste congoleño y que albergaba grandes reservas de oro. 

En 2001 la empresa sudafricana Ashanti Goldfields, predecesora de AGA, disponía de más de 8.000 kms. cuadrados de concesión. Para finales de 2003, tras dos terribles guerras y millones de muertos, alcanzada formalmente la paz, Ashanti estaba lista para comenzar a explotar la mina de oro concedida por el gobierno… Pero había un problema muy grande: que el gobierno no controlaba esa zona -como ocurría con otras zonas y sigue ocurriendo ahora- y el poder, de facto, estaba en manos de la milicia del Frente Nacionalista e Integracionista, FNI, grupo armado de la etnia lendu que, tras arrebatarle el territorio a la UPC, de etnia hema y con la que mantenía una lucha sangrienta, controlaba el territorio, el aeropuerto, las carreteras, sin que nada ni nadie se pudiera mover sin su permiso y sin pagar por ello. 

Ante esta situación, Ashanti tenía dos opciones: abandonar o retrasar su explotación de la concesión minera… o llegar a un acuerdo con el FNI, mirando hacia otro lado sobre los crímenes que se le atribuían -y que en esos momentos seguía cometiendo- y la constatación por parte de expertos de la ONU de una relación directa entre la explotación de recursos naturales y la violencia armada en el Este congoleño. La decisión final quedaba clara tras estas declaraciones de Floribert Njabu, líder del FNI, a Human Rights Watch (HRW):

Llevé a la delegación de Ashanti a Mongbwalu en noviembre de 2003. Celebramos reuniones conjuntas allí y conocimos a muchos trabajadores. En otros viajes envié a mi jefe de gabinete para que los acompañara. Estamos en contacto regular con ellos, incluso con su sede en Londres.  He hablado con el Sr. Sangara [Director de AngloGold Ashanti en Kinshasa] personalmente y con Jean Claude Kanku [consultor de AngloGold Ashanti con sede en Kampala]. Les hemos dado garantías de seguridad.

En marzo de 2004 un empleado de Ashanti comunicaba por carta que Njabu les había dicho que eran bienvenidos, que se les permitiría realizar sin problemas su actividad y que no debían alarmarse por la presencia de milicianos armados. Siempre según HRW, en mayo de ese mismo año, AngloGold Ashanti tenía 35 geólogos e ingenieros en la zona además de personal de seguridad. Aunque el gerente del proyecto afirmaba no tener relación directa con Floribert Njabu, testigos en la zona contaron a HRW sobre contactos frecuentes entre empleados de Ashanti y jefes del FNI. También diversos informantes declararon a esa ONG que Ashanti había realizado algunos pagos en efectivo y dado en ocasiones apoyo en logística y transporte al grupo armado.

Expertos de la ONU, supervisores del embargo de armas, informaron de que Ashanti había facilitado a Njabu una casa en Mongbwalu. Esta casa estaba custodiada por milicianos del FNI que incluía niños soldados y en ella era frecuente que el grupo armado realizara reuniones. La multinacional habría intercedido entre el FNI y la MONUC -la misión de la ONU en el Congo- y, según un senador congoleño, la relación entre la compañía y el grupo armado había reforzado a éste políticamente.

Posteriormente, en 2007, el Ministerio de Minas congoleño revisó todos los contratos existentes sobre las concesiones y concluyó que los términos y la transparencia del de la mina de Mongbwalu violaba la ley congoleña, por lo que fueron  renegociados.

¿Cuál es la versión de Ashanti?

En un comunicado de prensa de octubre de 2019, AngloGold Ashanti decía, entre otras cosas:

En la República Democrática del Congo, país con un grave conflicto armado, AngloGold Ashanti no ha financiado o tenido vinculación con grupos al margen de la ley, ni en el continente africano, ni en ninguno de los países donde tiene operaciones.

AngloGold Ashanti no apoya, ni apoyará las milicias, ni ningún otro grupo, cuyas acciones constituyan un asalto a los esfuerzos por lograr la paz y la democracia.

Únicamente reconoce un pago al FNI de 9.000 dólares en 2005 «cuando rebeldes llegaron al campamento minero en Mongbwalu con fusiles AK47, amenazaron al personal y ordenaron que, de no realizar el pago en cuestión de horas, «cerrarían el campamento» Pagaron ese dinero para proteger la vida de las personas que se encontraban en el campamento, según Ashanti, tras lo que tomaron medidas para que no se repitiera una situación así.

Pero desde la propia empresa hay testimonios que dejan en evidencia tan tajantes afirmaciones, como el de la consultora en Uganda, Ashley Lassen que en mayo de 2004 confesaba a un investigador de HRW:

No queremos excluir a Njabu. Necesita sentirse incluido. Solo quiere dinero y luego se irá. Le hemos dado un poco, unos cientos de dólares aquí y allá, pero eso es todo. Sabemos cómo tratar con personas como él.

En un correo electrónico de la multinacional a HRW el 27 de abril de 2005 reconocía que había habido un «contacto inevitable» con el FNI en algunas ocasiones y que había pagado hasta septiembre de 2004 a esta milicia seis centavos de dólar por cada kilogramo de oro enviado al aeropuerto local.

¿Qué hizo el FNI en todo ese tiempo?

En sus conclusiones finales sobre la colaboración entre Ashanti y el FNI, HRW dice, entre otras cosas:

AngloGold Ashanti desarrolló una relación con el grupo armado FNI, cuyos abusos contra los derechos humanos y el derecho internacional humanitario ya estaban bien documentados en ese momento. Durante el primer año de las operaciones de AngloGold Ashanti en Mongbwalu, los investigadores de HRW se reunieron con representantes de AngloGold Ashanti en febrero, mayo y julio de 2004, destacando las preocupaciones de derechos humanos sobre el FNI y otros grupos armados que operan en Ituri, incluidas masacres étnicas generalizadas, detenciones arbitrarias , ejecuciones sumarias, uso de la tortura y otras formas de malos tratos y violencia sexual. Como dijeron sus representantes a los investigadores de HRW, AngloGold Ashanti no planteó preocupaciones de derechos humanos al FNI ni solicitó el fin de sus abusos.

El Frente Nacionalista e Integracionista había sido creado en 2002 para defender al pueblo lendu de la provincia de Ituri de los ataques de la etnia hema y, entre otros, de la milicia de la Unión de Patriotas Congoleños (UPC), apoyada por Uganda en aquellos años de guerra abierta. Precisamente Uganda abandonó a su socio, la UPC, para pasar a apoyar al FNI, milicia con la que cooperaron hasta que el ejército ugandés se vio obligado a abandonar el país por los acuerdos de paz.

Un testigo presta testimonio en el caso contra Germain Katanga y Mathieu Ngudjolo Chui. © iLawyer

Conjuntamente con el ejército ugandés, el FNI atacó Kilo el 10 de marzo de 2003, previamente a que ocuparan la zona de Mongbwalu. Los milicianos lendu se adelantaron a los soldados ugandeses y, tras tomar la población de mayoría nyali, acusados de colaborar con sus enemigos hema, asesinaron a un centenar de personas, la mayoría mujeres y niños. Entre julio y septiembre de 2003, esta milicia torturó, mutiló y asesinó a decenas de civiles en pueblos cercanos a la mina. Además realizó una auténtica «caza de brujas», buscando exterminar a todas las mujeres de etnia hema de la zona, muchas de ellas casadas con lendus, acusándolas de brujería y acabó con decenas de ellas quemándolas vivas en sus casas, arguyendo que Godza, un espíritu lendu, se lo ordenaba. La llegada a la zona de Floribert Njabu podría haber reducido, aunque no detenido, estos crímenes. En las zonas que controlaron sometieron a la población a detenciones arbitrarias, extorsión e incluso asesinatos, cobrando impuestos, imponiendo trabajo forzado y cobrándole tasas a los mineros artesanales del oro, si bien los propios rebeldes extraían oro de las mejores minas.

¿Qué fué del FNI y Floribert Njabu?

Los crímenes del FNI no se limitan a los relatados, sucedidos durante el período en que Ashanti y los rebeldes se relacionaron. Estos milicianos no sólo no parecían respetar a nadie, sino tampoco temerles lo que sería, a la postre, su perdición. Ya en mayo de 2003 asesinaron a dos observadores militares desarmados de la misión de la ONU -MONUC- Pero su acción más grave sucedió a finales de febrero de 2005 cuando atacaron a una patrulla de cascos azules y mataron a 9 soldados bengalíes. La reacción de los cascos azules no se hizo esperar y unos días después, con el apoyo de helicópteros, atacaron a los milicianos del FNI y mataron a entre 50 y 60 de ellos. Su jefe militar, Étienne Lona, se rindió a la MONUC.

Para entonces Floribert Njabu había sido arrestado en relación con los asesinatos de los cascos azules. Tras sufrir arresto domiciliario y cárcel fue trasladado en 2011 a La Haya para testificar en el juicio contra otro líder rebelde de su etnia, Germain Katanga, líder de las FPRI. Allí pidió asilo político y estuvo retenido hasta que se le denegó y volvió a la RDC, donde estuvo encarcelado hasta enero de 2020.

El FNI acabó disolviéndose aunque en 2006, durante combates con los cascos azules, mató a uno de ellos y secuestró a siete, que posteriormente liberaría. En 2007 comenzó a desmovilizarse, primero con 679 rebeldes que entregaron las armas y posteriormente con la rendición de otros 200 más 19 niños y 4 niñas. Estas rendiciones no fueron gratis, no sólo por la amnistía para muchos milicianos sino porque, como en casos similares ha ocurrido, su último líder, Peter Karim, pasó casi directamente de jefe rebelde a coronel de las Fuerzas Armadas Congoleñas.

La carretera en ruinas que lleva a Mongbwalu (Paul Vikanza)

Pero la historia del FNI volvería a la actualidad pese a su desmovilización cuando en 2008 una investigación de la BBC sacaba a la luz la venta de armas de cascos azules paquistaníes instalados en Mongbwalu a esta milicia a cambio de oro y marfil. La ONU acabó por cerrar su investigación sobre éste y otros casos de corrupción entre sus tropas aduciendo falta de pruebas. Pese a ello es inevitable recordar que cascos azules pasquitanies, también, fueron los que masacraron a decenas de milicianos del FNI unos años antes…

El FNI se convirtió en partido político mientras que Floribert Njabu, tras su liberación, trabaja en la pacificación de la zona en colaboración con el gobierno.

¿Qué ha sido de Ashanti y de la mina de Mongbwalu?

En la actualidad, AngloGold Ashanti es el tercer productor de oro del mundo y el primero de África, tiene 11 proyectos en todo el mundo, cotiza en importantes Bolsas, con accionistas de todo el mundo que incluyen a grandes instituciones financieras mundiales y da empleo a más de 36.000 personas, según su propia información. También se dedica a la plata (Argentina) y al ácido sulfúrico (Brasil).

Ashanti se apunta a todo lo que sea sostenibilidad, transparencia, respeto a los derechos humanos, cuidado del medio ambiente, etc. etc. y cotiza, además de en otros índices, en varios relacionados con esos conceptos como el TSE4Good de inversión responsable y en los índices de minería responsable y de igualdad de género de Bloomberg, dice en su página web:

Nuestra estrategia reconoce que operamos en un entorno complejo y que nuestra capacidad para lograr resultados sostenibles está entrelazada con las personas, la política, el planeta y la economía. En respuesta, nuestra estrategia es dinámica y adaptativa, considerando los desarrollos en las jurisdicciones en las que operamos.

A medida que buscamos crear valor tanto para nuestros accionistas como para las partes interesadas, reconocemos que esto no se puede lograr de forma aislada, y un enfoque colaborativo es un requisito previo para el éxito.

Ashanti nunca llegó a explotar la mina de Mongbwalu, de la que tenía previsto sacar oro en 2013.

En los años posteriores, a medida que avanzaban las actividades de exploración, y al recibir informes sobre combates en la región, AngloGold Ashanti y su filial tomaron la decisión de no continuar las actividades de exploración en la zona y retiraron a sus empleados.

Pero lo que no hizo fue abandonar la explotación de oro en la RDC y se asoció con Barrick que, junto a la empresa estatal SOKIMO, poseía una mina de oro, tanto a cielo abierto como subterránea, en Kibali, en la provincia de Alto Huele, vecina de Ituri. Y de aquí sí sacaron oro en 2013.

No obstante esta nueva mina no ha estado alejada de la polémica en ningún momento. Su puesta en explotación supuso el desplazamiento de 15.000 personas que vivían en la zona. Según un responsable de la empresa minera que lo realizó, la nueva población contruída por su compañía, con iglesia y cementerio, mejoraba las malas condiciones en las que vivían anteriormente. Pese a ello, a partir de 2015 muchas personas comenzaron a construir viviendas en la denominada «zona de exclusión» de la mina, donde aún no había explotación minera. La puesta en explotación de la llamada zona B conllevó en octubre de 2021 el desalojo de las personas allí instaladas y la demolición de sus casas -unas 60- Durante el desalojo habrían muerto entre 4 y 6 personas por disparos de la policía.

En 2014 varios sindicatos congoleños responsabilizaron a Kibali Gold Mines -la empresa conjunta que explota la mina- de que trabajadores de una de las empresas integrantes, SOKIMO, llevaran dos años sin cobrar sus salarios al no recibir ésta las regalías correspondientes por la explotación del oro.

Por su parte la mina de Mongbwalu fue vendida por Ashanti  tras haber gastado cientos de millones de dólares en trabajos de exploración previos a la explotación. Tras pasar por diferentes manos, hoy es propiedad de Mongbwalu Gold Mines, MGM, empresa fruto de una alianza de diferentes firmas. 

Una de las particularidades de esta mina y, en general, de la minería en la RDC, es la presencia de mineros artesanales, excavadores que sacan, en este caso, el oro por su cuenta y como pueden. Su presencia y el enfrentamiento con ellos fue uno de los motivos por los que Ashanti se deshizo de esta mina y los posteriores propietarios consintieron el trabajo de  cooperativas de excavadores a cambio de un porcentaje. Pero la actuación de cientos de excavadores individuales, algo que MGM no permite, ha provocado graves conflictos, protestas y enfrentamientos que en más de una ocasión se han saldado con disparos de los agentes de la compañía.

Entre unos y otros han dañado gravemente el medio ambiente de la zona y comprometido necesidades básicas como el suministro de agua:

A la empresa no le importa el medio ambiente. Han reagrupado a los mineros artesanales en cooperativas, pero estas cooperativas no se dedican a la protección del medio ambiente. Esto convierte a MGM en un motor de destrucción ambiental aquí.

Declaraba el representante de una ONG local en una reciente entrevista.

Grandes superficies han sido taladas y colinas arrasadas para abrir nuevos pozos mineros y las técnicas utilizadas están desecando ríos o contaminando el agua con mercurio.

En un reportaje publicado en Governance in conflict Network en septiembre del año pasado, las autoras, Evariste Mahamba y Judith Verweijen, describían la zona de la mina de Mongbwalu como un lugar de pésimas carreteras, con toda la actividad centrada en la mina lo que dejaba a una mayoría de la población analfabeta y gran número de niños desnutridos que abandonan la escuela a los diez años, sin que falte la presencia y ataques de rebeldes, en este caso los milicianos de etnia lendu de CODECO.

La zona es rica en oro, pero tan pronto como uno llega a este pueblo rural, es miseria. Uno puede leer la pobreza en los rostros de la población.

Contaban en el artículo.

En este panorama, sólo la visita esporádica de periodistas y la lucha, constante y arriesgada, de miembros locales de la sociedad civil, evidencia una realidad que nadie más quiere ver.

¿Es toda esta historia un caso aislado?

Aunque no encontramos casos tan documentados como el de Ashanti en su relación con el FNI es obvio que, de una manera u otra, con intermediarios de uno u otro tipo, la obtención del oro congoleño -como en el caso de otras materias primas de este rico país- necesita muchas veces la complicidad entre explotadores o compradores y grupos armados teniendo en cuenta que en el rico Este congoleño medran a través de la violencia más de una centenar de milicias.

Sin ir más lejos el propio FNI aparece en una denuncia realizada en Suiza en 2013 por la ONG TRIAL que acusaba ante la fiscalía a la empresa Argor-Heraeus de haber refinado oro obtenido por esta milicia. La investigación se cerró en 2015 por falta de pruebas de que la empresa conociera el verdadero origen del oro que refinó.

Expertos de la ONU estimaron en 2013 que el 98% del oro que salía de la RDC lo hacía ilegalmente y es fácil encontrar noticias, incluso declaraciones de traficantes, de cómo se traslada en simples maletines oro por carretera a Uganda o por avión al aeropuerto de Kigali, en Ruanda, que a partir de ahí queda «limpio». El Servicio Internacional de Información sobre la Paz estimaba que el 64% de los mineros de oro congoleños trabajaban bajo control de actores armados, lo que incluía al propio Ejército congoleño.

En mayo de 2021, Pascal Nyembo Muyumba, Coordinador de la Comisión Nacional para la Lucha contra el Fraude Minero, citaba ante el Consejo de Seguridad de la ONU a la empresa belga AGR, que se había instalado en la vecina Uganda para comprar la producción de las zonas mineras congoleñas controladas por grupos armados. Precisamente el dueño de African Gold Refinery (AGR) y otras empresas similares, el belga Alain Goetz, fue sancionado por el gobierno norteamericano el pasado mes de marzo por la compra de ese oro, que refina en Uganda  y vende en los Emiratos Árabes. La sanción congela sus activos en Estados Unidos y le impide acceder a su sistema financiero.

Con todo lo dicho, ejemplos de otras muchas situaciones, queda claro que en muchos casos los beneficios y el enriquecimiento son las prioridades, por encima de cualquier cosa, a la hora de acudir al Congo a extraer minerales.

@CongoActual

Como fuente principal sobre la relación entre Ashanti y el FNI se ha utilizado este resumen del informe emitido en su día por HRW.

Como fuente principal sobre los crímenes cometidos por el FNI se ha utilizado esta información publicada por HRW.

Para más información sobre legislación internacional sobre minerales de conflictos, especialmente en lo referente a la Unión Europea, recomendamos la lectura de nuestro artículo Minerales de sangre, las pocas prisas de la UE para combatirlos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *