Corea del Sur es una península que limita al norte con Corea del Norte —esa misteriosa civilización con escaso desarrollo tecnológico—, al este con Japón, al oeste con China y al sur con Taiwán. En otras palabras: está en el epicentro de los grandes fabricantes de tecnología del mundo, y, como es lógico, no podía quedarse atrás.

Su historia reciente guarda paralelismos con la de Taiwán. Ambas fueron conquistadas una y otra vez por potencias vecinas: Japón en el siglo XVI, China en el XVII y de nuevo Japón a principios del siglo XX, en el marco de las guerras entre China y Japón que causaron gran sufrimiento a la población coreana. Tras la Segunda Guerra Mundial, Japón entregó el norte de la península a Rusia y China, y el sur a Estados Unidos. Durante años, cada bando apoyó a su facción en el conflicto, y la península fue escenario bélico hasta que en 1953 se firmó el armisticio entre Corea del Norte y Corea del Sur.

Al igual que en Taiwán, el periodo posterior estuvo marcado por golpes de Estado, autoritarismo y matanzas de civiles, todo para que las élites locales se enriquecieran más y aplicaran políticas neoliberales con el respaldo de Estados Unidos. Resulta curioso lo mucho que esta historia recuerda a la de varios países de Sudamérica. Finalmente, a finales de los años ochenta, la presión popular logró poner fin al nepotismo más descarado, aunque el país sigue siendo una democracia de corte neoliberal.

En mi opinión, al igual que en Taiwán, la influencia japonesa y su espíritu industrializador sembraron en Corea del Sur la semilla del emprendimiento tecnológico, con el apoyo adicional de Estados Unidos. Sin embargo, los coreanos mantienen un profundo resentimiento hacia Japón por los abusos cometidos durante la ocupación: esclavitud, violaciones y otras atrocidades que aún hoy son heridas abiertas en ambas sociedades.

Volviendo a la tecnología, cabe señalar que, como en Taiwán, las primeras empresas coreanas absorbieron filiales japonesas con la bendición de los gobiernos de turno y el apoyo de préstamos internacionales —principalmente estadounidenses— para competir contra los países comunistas. Fue entonces cuando surgió un modelo empresarial conocido como chaebol.

“El chaebol (en hangul, 재벌; en hanja, 財閥) es un modelo empresarial basado en grandes conglomerados con presencia en distintos sectores económicos, caracterizados por su fuerte crecimiento, desarrollo tecnológico, diversificación y gran influencia. Surgió tras la independencia de Corea del Sur, cuando el gobierno brindó a empresas nacionales un importante apoyo político y financiero para impulsar el desarrollo industrial. Ejemplos de chaebol son Samsung, Hyundai, LG, Lotte y SK Group. Si bien han sido clave para convertir a Corea del Sur en uno de los ‘cuatro tigres asiáticos’, sus detractores critican su vinculación con regímenes autoritarios, prácticas ilícitas, corrupción y excesiva influencia política.”

Estos chaebol han controlado la política y la economía surcoreanas desde entonces, creciendo gracias a sus estrechos vínculos con gobiernos autoritarios y manteniendo un peso enorme en casi todos los sectores, siempre alineados, de un modo u otro, con los intereses de Estados Unidos.

Actualmente, Corea del Sur es líder en las Chip Wars en la fabricación de pantallas para móviles, ordenadores y televisores (LG, Samsung), y uno de los dos únicos fabricantes mundiales de procesadores y memorias capaces de producir transistores de 5 nm o menos (Samsung).

Samsung

En Corea, la empresa capaz de esta proeza es Samsung, un chaebol con presencia en electrónica de consumo, tecnología, finanzas, seguros, construcción, biotecnología y servicios. Desde coches hasta lavadoras, pasando por la microtecnología más avanzada del planeta. Fundada en 1938, pronto se convirtió en el chaebol más importante del país y, hoy en día, es la mayor empresa tecnológica del mundo, el segundo constructor naval global y líder en muchos otros campos. Su relación con los gobiernos surcoreanos es evidente, y no han faltado sus problemas con la justicia, casi siempre resueltos mediante indultos políticos.

Conclusión

Las empresas coreanas, al igual que las taiwanesas, han apostado por defender los intereses de Estados Unidos. En las Chip Wars, Corea del Sur limita el acceso de China a pantallas y procesadores punteros. Como ya he comentado en otros artículos, desde 2020 China intenta sustituir estas importaciones por producción nacional, tanto en pantallas como en procesadores, aunque estos últimos son un desafío mucho más complejo que le llevará más tiempo superar.


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