Publicado el 18 de septiembe de 2021, revisado 8 de agosto de 2025.
Debe de haber pocas sensaciones en la vida iguales a ser ecologista y tener un coche eléctrico. Y si encima eres un político con carguito, ya sea en un pueblo, ciudad, diputación o consellería, debe de ser la hostia. Ya ni te cuento si eres un alto cargo de una asociación ecologista.

Cuando eres una persona importante de ese mundillo, cuando tu vida va de posturear, de dar ejemplo, de decirle a los demás: “¿Veis? Yo sí que he elegido bien, mirad mi coche, no emite CO₂, no hace ruido, fijaos cómo corre más que uno de gasolina, y solo me ha costado 35.000 € (o 60.000 €, según el cargo)”.

Debe de ser orgásmico ese momento en que te montas en tu coche eléctrico, se encienden todas esas pantallas llenas de microchips y esas baterías con litio y coltán, fabricados con esmero en países asiáticos por centenares, que toman decisiones por ti en tu flamante coche eléctrico, te informan del estado de las baterías, cuántos kilómetros te quedan… Una flamante pantalla central, con minerales extraídos de las entrañas de medio mundo, te da la hora y te dice que te pongas el cinturón, mientras por el sistema multimedia suena el “Himno de la Alegría” y los fantasmas de los niños en las minas para toda tu electrónica se desvanecen como en un sueño que ahora es puro placer tecnoptimista.

En ese momento pones la radio de tu flamante coche eléctrico y dan las noticias: una niñita —qué digo una niñita, una heroína del ecologismo— ha cruzado el Atlántico en un catamarán de fibra de carbono de la monarquía de Mónaco, patrocinado por BMW (“…BMW, coches eléctricos… mejor pintamos de negro el anuncio para la foto de Greta”). Mientras, tocas el cuero del volante de tu coche eléctrico y disfrutas del olor a coche nuevo; ajustas el asiento con sus motorcitos eléctricos y miras por el retrovisor. Te imaginas a Greta y una ballena saltando como un delfín sobre el catamarán de fibra de carbono, que, como tu coche lleno de pantallas y sistemas tecnológicos fabricados en Taiwán surca los mares de la libertad, mientras secan todos los embalses y dicen a los agricultores que no usen agua ese año y cortan la misma a sus ciudadanos todos los días, nos guían por la ciudad hacia nuestro destino: un mundo sin CO₂. Esto es así por si no lo sabes, en Taiwán dejan de cultivar si hace falta agua para los chis.

Entonces metes la D de directa. Dices: “¿Cómo he podido vivir con marchas todo este tiempo?”. La D, piensas, significa diversión… eco-diversión, piensas, y sonríes por tu propio chiste mientras miras el retrovisor. Pones rumbo a tu lugar de trabajo, notas ese motor con cobre girando a 10.000 rpm —cobre extraído de las entrañas de Chile y ese lago que ya no tiene agua y ese cauce desviado para la minería con ácido sulfúrico—, mientras las baterías de litio de Bolivia inyectan energía, fabricadas en Alemania, bueno ya no, ahora en China gracias al contrato del gobierno boliviano con una minera que previamente intentó un golpe de Estado.

Vas a ese local o edificio en el centro de la ciudad, ves cómo esas barreras automáticas llenas de IA detectan tu matrícula incluso tu careto y, como si fueses Moisés abriendo los mares, entras en el centro de la ciudad, por una zona peatonal, despacito, silencioso, con tu flamante coche eléctrico. Poco a poco vas llegando a tu destino, y allí, en esa preciosa plaza llena de palomas, árboles y jubilados, ves dos plazas: una con un flamante cargador de Endesa para tu coche eléctrico y la otra, una plaza para personas con problemas de movilidad. Cuando enchufas tu coche a ese cargador —que además va subvencionado por el ayuntamiento y es gratis—, te bajas de tu flamante coche eléctrico, miras alrededor, ves cómo todos admiran tu coche y a ti, ecologista, que ahora todo el mundo sabe que estás comprometido con el medio ambiente. Mientras pulsas el mando a distancia y ves las palomas revolotear por la zona, miras tu coche y sonríes: acabas de tener un orgasmo de coche eléctrico… enhorabuena.

Se pueden tener miniorgasmos con una bici eléctrica, cuanto más cara, mejor, porque las bicis eléctricas también dan estatus y se fabrican con chips y componentes de todos sitios: litio, cobre, aluminio, acero… Pero es importante ser alguien: no uses el transporte público ni un sucio coche viejo a gasolina, porque si no, no eres nadie, no da el mismo gustico. Y, sobre todo, sobre todo, decirle a alguien como yo, cuando lees su artículo de “Ni coches ni cochas”, que su argumento en contra de los coches eléctricos o las bicicletas eléctricas es bullshit porque yo he viajado en avión muchas veces y no tengo coche eléctrico. Jaque mate. Pero tú no… porque tú tienes un coche eléctrico.

Nota de 2025: Es curioso como ha cambiado el mundo desde 2021 a ahora, los coches están incluso más caros y eso que los chinos están abaratando un poco mientras ya está normalizado el uso del coche eléctrico, imagino que los políticos ecologistas ya no tendrán orgasmos como tenían cuando los conocí y me lo contaban en 2017…. porque si, esto está basado en hechos reales. Por cierto este artículo va de la superioridad morla que se calzaban algunos ecologetas en la época, no es un porque un coche eléctrico es una mierda, porque realmente todos los coches lo son, sobre todos los modernos con tantos chips etc, además de muchos otros problemas presentes y futuros teniendo en cuenta el futuro energético del planeta… pero mientras tanto que la música no pare….y por curiosidad volviendo a un plano más terrenal como conductor son muy cómodos los eléctricos y si tuviera que elegir uno en 2025 sería un pequeño utilitario híbrido nuevo o uno a gasolina antiguo con motor pequeño, nada de suvs ni coches grandes.


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